Siempre se ha mantenido que la aguja imantada procedía del milenario Imperio Celeste. Ya en la antigüedad viajeros que venían de china traían relatos de la sorprendente aguja que indicaba el camino. Esos relatos, entre la realidad y la fantasía, hablaban de las agujas magnéticas o calamitas para encontrar la dirección cuando se perdían otras referencias.
En una crónica recopilada por el jesuita Juan Bautista de Halde se hace mención
que ya por el año 2600 a. C. en la batalla librada por el emperador Hoang Ti
contra Tchi Yeou, este último se retiró amparado por una intensa niebla, pero fue
perseguido y al final capturado gracias a un artilugio (parece ser que era un pequeño
carro que llevaba los cuatro puntos cardinales) donde una aguja imantada
indicaba el sentido de la marcha.
Brújula china de cuchara |
Las aplicaciones de la magnetita se creen posteriores, por lo menos en occidente,
aunque hay pruebas de que en oriente ya se aplicaba para orientarse fundamentalmente
en tierra. Los mercaderes chinos recorrían la ruta de la seda ayudados por los
Fse Nan que literalmente significa “indicadores del sur”. Al contrario de los
occidentales los chinos preferían que sus agujas indicaran al Sur ya que según
su cultura y supersticiones todo lo malo venia del Norte y lo bueno y las
lluvias que traían buenas cosechas del Sur.
Del uso de la aguja magnética para
orientarse en el mar se tiene conocimiento a partir de la dinastía de los Tsin
en el siglo IV de nuestra era, cuando los chinos montaron expediciones que
surcaron el Indico hasta las costas de África.
No es a partir del siglo XI que la aguja imantada es utilizada en
occidente, posiblemente importada por los cruzados que la trajeron de los
comerciantes árabes del Índico. Literalmente la palabra “imán” proviene del
árabe y significa “guía” y se cree que los primeros occidentales que las
utilizaron fueron navegantes españoles, concretamente mallorquines y catalanes.
La primera brújula magnética conocida en navegación marítima y que llego
probablemente a Europa a través de la ruta de la seda, está señalada en Europa
en 1187, por el inglés Alexander Neckham. Describe una aguja transportada a
bordo, que permite seguir un rumbo, incluso cuando la estrella polar está
cubierta por las nubes.Las primeras brújulas marítimas consistían en una aguja imantada colgada de un hilo, o flotando dentro de una caña (de ahí viene el nombre calamita, de cálamo o caña) en un recipiente de agua. Posteriormente se hacen versiones más sofisticadas en forma de pez o girando sobre un fiel dentro de un recipiente de vidrio, según describe Pedro de Maricourt en 1269. La palabra brújula deriva del italiano “bossola” que es una pequeña caja de boj (bosso) donde se clavaba un pivote que suspendía la aguja.
En España se utilizaba la palabra “marear” con el significado de pilotar una embarcación, naciendo de ahí la “aguja de marear” de tan honda raigambre española.
Los navegantes españoles, junto con italianos y posteriormente portugueses son
los primeros en emplear la aguja imantada para orientarse en el mar. Ya Alfonso
X el Sabio en su obras de las “Partidas”
cita: “Et bien así como los marineros se guían en la noche oscura por la aguja
que le es medianera entre la estrella y la piedra…”. Así mismo el mallorquín Ramon
Llull establece una forma general de utilizar las calamitas destacando la gran
importancia que tiene para el marinero, citándola en sus obras “Liber
contemplationis” (1272), “De virtute magnetis” y “Ars generalis ultima”.
Uno de los problemas que tenían las agujas en esos primeros tiempos era la
facilidad para desmagnetizarse. Por ello era necesario que los capitanes
guardaran en el barco un trozo de magnetita “piedra de cebar” para remagnetizar
las agujas cuando estas perdieran su intensidad.
Piedra de cebar |
Sistema Cardan |
Como nota curiosa, Cardano describe en su obra “De Substilitate” un ingenio similar fabricado para la silla del Emperador (se trata probablemente de Carlos I de España) para que "puesta la silla en movimiento a pesar de todas las oscilaciones esta quede firme".
La inclinación y declinación magnética
Unas de las características que primero se observaron al utilizar la aguja
fue la tendencia que esta tenía, cuando estaba suspendida de un hilo, de formar
un ángulo con el horizonte, es decir se inclinaba, y la tendencia que esta tenia
a variar o errar el ángulo que difería del norte geográfico, según los
diferentes rumbos posiciones de latitud y longitud, es decir declinaba.
Estas características fueron descritas por Colón en su primer viaje, que anota
en su diario que las agujas “nordesteaban” al comienzo de la noche y a la mañana
“noruesteaban”. Parece ser que en este caso Colón tomo de referencia la observación
de la polar de cuando se encontraba al este de la declinación nula pero ya
cerca de la posición del cambio de valor de la declinación.
Brújula con piedra de cebar |
El aragonés Martin Cortes en su "Breve
compendio de la Sphera y de la Arte de Navegar" acepta el fenómeno de la
declinación y lo describe y atribuye a
la atracción del polo, pero no terrestre sino celeste, idea que partía de Colón
y que también la hizo suya Cardan y no fue refutada hasta cien años después.
Martin Cortes lo expresa de la siguiente manera:
«Muchas y diversas son las opiniones que he oído y, en algunos modernos escritores, leído acerca del nordestear y noruestar de las agujas y, a mi parecer, ninguno da en el fiel y pocos en el blanco. Dicen nordestear cuando el aguja enseña del Norte hacia el Nordeste. Y noruestear cuando el Norte declina hacia el Norueste. Para entendimiento de estas diferencias que las agujas difieren del polo, hase de imaginar (estando en el meridiano donde las agujas señalan el polo) un punto bajo el polo del mundo, y este punto esté fuera de todos los cielos contenidos debajo del primer móvil. El cual punto o parte del cielo tiene una virtud atractiva que atrae así el hierro tocado con la parte de la piedra imán este punto no está en los cielos movibles ni tampoco está en el polo, porque si en él estuviese el aguja no nordestaría ni noruestaría; luego la causa de nordestear y noruestear, o apartarse del polo del mundo, es que estando en el dicho meridiano el punto atractivo y el polo están en aquel mismo meridiano, y señalando la aguja el punto, señala derechamente el polo. Y caminando de aquel mismo meridiano a Levante (como el mundo sea redondo) vase quedando el polo del mundo a la mano izquierda» (f. LXXIv del Breve compendio de la Sphera y del Arte de Navegar de Martín Cortés.
La corrección de la declinación magnética se llego a realizar mediante los llamados “aceros trocados” que no eran otros que hierros e imanes situados estratégicamente para corregir los desvíos de la aguja. Esto fue un error, ya que al variar la declinación de un punto a otro, los imanes preparados para corregir la declinación en Cádiz, que contrariamente a hoy era NE, al navegar hacia occidente, llegaba un momento que marcaba una variación mayor que la de salida, porque pasando el meridiano de las Azores la declinación cambiaba a NW. No obstante, los pilotos españoles de mediados del siglo XVI ya conocían, al contrario que otros pilotos europeos, que esta declinación variaba de un punto a otro y la tenían en cuenta en sus travesías oceánicas.
Estos fenómenos llevaron a pensar que a través de la aguja magnética, y dado que las desviaciones variaban en diferentes longitudes, se podría establecer un sistema para hallar la longitud, uno de los mayores problemas de la navegación que existía en esos momentos, pero hallar la longitud no sería posible hasta que siglos más tarde, en el s. XVIII, no se construyera un cronometro náutico fiable.
En la actualidad todas las cartas náuticas llevan impresa una rosa de rumbos con la declinación en el año de su impresión (si hay diferentes declinaciones, porque la carta abarca mucha superficie, pueden llevar varias rosas) y su variación anual. Para saber la corrección total solo debemos contar el numero de años trascurridos desde su impresión y por cada año trascurrido sumarle o restarle la variación anual total dependiendo si es E o W .
Antiguo puente y bitácora del Britannia Museo del Britannia (Edimburgo) Foto: Angel Romero |
Ya, a finales del siglo XVIII,
diferentes marinos de todo el mundo dan cuenta del efecto perturbador de los
hierros sobre la aguja náutica. Entre ellos el español José de Mendoza Ríos que
en su Tratado de Navegación (1787) cita: “después del articulo anterior y de
lo dicho sobre el magnetismo parecerá ocioso apoyar aun sobre la necesidad de
alejar de las cercanías de la aguja todo fierro, acero o cuerpo que contenga
este metal en cantidad sensible…”, “es cosa demostrada por las experiencias que
el imán actúa a través de todos los cuerpos a excepción del mismo imán y del
fierro…”, “Por esta razón, el paraje en que se situé la aguja deberá elegirse a
la mayor distancia posible de todo fierro, siendo costumbre muy viciosa
conducir las agujas a las regalas de los costados para hacer las marcaciones,
cuando en medio del buque se hallarían mas lejos de los candeleros, cañones,
etc. Estas grandes masas pueden producir alteraciones considerables en la
dirección de la planchuela.”
Compensador de Barlow |
A estas perturbaciones de la aguja, aunque se sabía la causa, no se les encontraba una explicación satisfactoria, ya que el llamado a partir de entonces “desvío” no era constante y variaba en función del rumbo del barco y de la posición de la aguja cuando esta se trasladaba de un lugar a otro del buque. Uno de los primeros en documentar esto fue el capitán Flinders cuando a bordo de la fragata “Investigator” se dedico entre los años 1801 a 1803 a cartografiar las costas de Australia. Una de las propuestas de Flinders fue el instalar candeleros de hierro a popa de la aguja, que neutralizaran el efecto de los restantes
Fueron varias las teorías y
soluciones propuestas, alguna de ellas curiosas y más cerca de las supersticiones
que de la ciencia, como que todo cuerpo
vertical de cualquier clase se imantaba.
Esferas Thomson |
Para minimizar los desvíos se utilizaron varios medios de compensación de la aguja. Algunos de ellos dieron lugar a las utilizados hasta la actualidad. Aparte de las conocidas como barras Flinders, estaba el compensador de Barlow, que consistía en un platillo compuesto por dos placas de hierro separados por otra de madera, que se deslizaba a través de un eje de cobre perpendicular a una de las caras de la bitácora y este se podía verticalmente alejar o acercar a la aguja.
Tablilla de desvíos |
Otras formas de compensar los desvíos de la aguja eran mediante imanes estratégicamente situados en la bitácora o también las conocidas esferas Thomson, que son dos esferas de hierro dulce situadas a los lados de la bitácora, normalmente la de estribor pintada en verde y la de babor en rojo, que se deslizan a través de un brazo para acercarlas o alejarlas de la aguja a fin de compensar los desvíos de esta
Además todos los buques comenzaron a llevar una tablilla de desvíos, que reflejaba la lista de los desvíos a cada rumbo. Esta tablilla es hoy en día uno de los requisitos que le es solicitado a la mayoría de los buques, dependiendo de la zona de navegación para la que están homologados.
En este video podemos ver la evolución de la brújula.
Un saludo
Angel Romero Bello
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