Loto Rojo es la historia del pirata más poderoso que ha existido nunca.
Pero, un momento. ¿La protagonista no es una mujer?
Pues
sí. Porque el pirata más poderoso fue una mujer. Pasó a la historia como Ching
Shih, aunque tuvo varios nombres a lo largo de su vida. Poco sabemos de ella
antes de convertirse en pirata. Que trabajaba en un burdel flotante de Cantón,
al que muy probablemente llegó vendida por sus padres. Que no tenía los pies
vendados y que, cuando se casó con Cheng Yi, tenía ya veintiséis años, una edad
realmente avanzada para estar soltera en aquel lugar y aquella época.
Sí que sabemos, sin embargo, que respondió a la propuesta de matrimonio de Cheng Yi con una insólita exigencia: quería ir a partes iguales con él en el negocio de la piratería. Pedía la mitad del botín, la mitad de la flota, la mitad del mando efectivo. Es decir, ser socia de su marido a partes iguales. El resultado de esta negociación, impensable en un contexto cultural en el que la mujer no era sino una propiedad de su marido, también lo conocemos.
Tal
vez Cheng Yi estaba tan enamorado de ella que ni si quiera se planteó rechazar
su propuesta, o tal vez es que veía algo en su carácter que le hizo darse
cuenta de las ventajas de esa unión. Sea como fuere aceptó, se casaron, y Ching
Shih comenzó a gobernar junto a su marido sobre un pequeño imperio de unos
doscientos juncos, que comenzó a crecer bajo su mando de forma exponencial.
Con
sus ideas, su mente para la estrategia y su carisma consiguió que la Armada de
la bandera roja dominara durante años el Mar del Sur de China. Incluso creó un
código de conducta, un sistema que regulaba de forma tan estricta el
comportamiento de sus hombres que llegaba a castigar el adulterio con la muerte
de ambos implicados.
Porque
en los juncos piratas chinos había mujeres, claro que sí. No regía el absurdo
tabú que conocemos sobre la mala suerte o la prohibición de féminas a bordo de
los barcos (superstición, por otra parte, no tan común como pensamos). En el
mundo naval chino, y por extensión en el contexto pirata, las mujeres e incluso
los niños tenían su lugar a bordo. Los juncos podían acabar siendo una suerte
de pueblos flotantes en que familias enteras vivían a bordo.
Como
es lógico, la convivencia podía derivar rápidamente en el caos si no había una
ley para evitar conflictos. Ya existía un código cuando Ching Shih llegó a la
armada, pero ella lo amplió y endureció, puesto que el número de hombres creció
tanto que solo la disciplina más férrea podía controlarlos.
Cómo continuó su vida no lo contaremos aquí, pues entraríamos en el terreno de los destripes o spoilers. Baste decir que fue una sucesión de aventuras, retos y batallas que supera a cualquier ficción.
Ching
Shih fue la más poderosa, pero no la única. Y es una pena que no se conozcan,
porque ha habido muchas, muchas mujeres piratas, y algunas dejaron una
importante huella en la historia. Ahí tenemos a Artemisia de Halicarnaso, que
hizo que Jerjes dijera:«En
este día los hombres se me han vuelto mujeres y las mujeres, hombres»,
al hablar de su valor en la batalla de Salamina.
Teuta,
reina de Iliria, que retó a Roma y provocó la I Guerra Ilírica, fue otra señora
pirata. Y no la única reina, pues Grace O’Malley, símbolo nacional de Irlanda,
unió a los clanes frente al dominio inglés de Isabel II.
Las
vikingas, a medio camino entre marinas y piratas, navegan, nunca mejor dicho,
entre la historia y la leyenda. Algunas saquearon las costas huyendo de
matrimonios no deseados como Awilda, otras, exploraron los mares hasta América,
como FreydisEriksdottir.
Y
cómo olvidar a las piratas del Caribe. Siempre a la sombra de sus compañeros
varones. Todo el mundo conoce a Jack Calicó Rackham, a Edward Teach, Barbanegra,
o a Charles Vane. Pero pocos conocen a Anne Bonny, Mary Read, Anne Dieu-le-Veut
o Jacquotte de la Haye, por nombrar solo algunas.
Fue
escribiendo sobre Anne para mi novela anterior, De viento y sal, cuando descubrí
la enorme cantidad de mujeres pirata que han ejercido esta ocupación durante
siglos a lo largo y ancho del mundo entero. Anne y Mary navegaron bajo la
bandera de Jack Rackham y tuvieron una carrera corta pero fulgurante. Un estilo
totalmente diferente del chino.
Ellas
sí tuvieron que ocultar su sexo y vestir como hombres, por lo menos al
principio. Las costumbres en los barcos piratas del Caribe prohibían la
presencia de mujeres a bordo, hecho bastante lógico teniendo en cuenta los
problemas que podía encontrar una mujer en una nave con una tripulación
compuesta de hombres con poco apego a la legalidad.
De
los retos que debieron superar ambas sabemos algunas cosas. También sabemos que
toda la tripulación acabó conociendo su género y aceptándolas como iguales,
debido a su valor, a su templanza y a su arrojo.
Vidas
de aventuras, vidas llenas de acción que estas mujeres compartieron a lo largo
de la historia con sus compañeros varones, aunque fueron estos los que acabaron
por quedar en nuestra memoria. Tal vez sea hora de que eso cambie.
Reseña de su autora Clara Sanz Mendívil.
CLARA SANZ MENDÍVIL, (Pamplona, 1979), es licenciada en Historia, especializada en Historia Antigua y Arqueología por la Universidad de Zaragoza, residente en la localidad aragonesa.
Escribió su primera novela "De viento y sal" en 2019, sobre Anne Bonny, una famosa pirata que operó en el mar Caribe en el siglo XVIII. En el curso de sus investigaciones descubrió otras muchas mujeres piratas en distintas épocas y lugares, la mayoría de ellas desconocidas, y decidió darles voz y contar su aventuras. Loto Rojo es la historia de una de ellas. Mantiene un blog, www.clarasmendivil.com en el que habla, entre otras cosas, de literatura, novela histórica y el mundo pirata.
Martes, 19 de abril a las 19.00 horas, en la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza. Paseo de la Independencia, 11.
Presenta Luis Zueco.
Entrada libre hasta completar aforo.
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