"El libro que presentamos ""Marejadilla. Anecdotario de mi vida en la Armada"",
son vivencias enriquecedoras y testimonios compartidos,
experiencias que de alguna manera han entrado a formar parte
del carácter de su autor Luis Carrero - Blanco Pichot".
Hugo O'Donnell y Duque de Estrada
Duque de Tetuán
De la Real Academia de la Historia
Justificación de un título
Marejadilla. En esta palabra indudablemente marinera he querido encontrar el título adecuado para esta serie de relatos presenciados u oídos en el ámbito de la mar y de los barcos.
Marejadilla, palabra muy usada en el léxico de los hombres de la mar, indica un estado de esta vivaz y alegre, que no sugiere peligro alguno, al menos a corto plazo, pero que permite sentirla bajo la cubierta y mantiene al navegante en un amable pero necesario estado de atención. Es una palabra que sugiere desenfado, con apariencia de intrascendencia, que permite una cierta relajación, pero sin perder de vista el rumbo, una palabra que invita a la sonrisa y al recuerdo grato.
Luis Carrero - Blanco Pichot
A BORDO DEL DRAGAMINAS "TAMBRE"
Mensaje cifrado
El Tambre, un dragaminas de la Armada, se encontraba en obras de cierta consideración el el Arsenal de La Carraca, y, para desesperación de su Comandante, éstas estaban prolongándose más tiempo del previsto.A muchas millas de distancia, estas mismas circunstancias estaban afectando también directamente al comandante de otro dragaminas, el Bidasoa.
Destacado en misión de vigilancia en el Mar de Alborán y en apoyo de la guarnición de la isla, el buque esperaba el relevo, ya retrasado en bastantes días sobre lo previsto, que tenía que efectuar con el tambre.
En estas circunstancias, que se prolongaban al parecer sine die, el Comandante de Tambre recibió el siguiente sorprendente mensaje:
"De: Comandante Bidasoa
Para: Comandante Tambre
Texto: San Mateo, 11.3. Fin"
Recibido el mensaje en el Tambre, surgieron dudas, sugerencias y discusiones acerca del significado de tan enigmática misiva. Hasta que, al fin, se hizo la luz.
- A ver, unos Evangelios - pidió el comandante.
Y en el de San Mateo, capítulo 11, versículo 3, pudo leer textualmente:
"Dinos si eres tú el que ha de venir o esperamos a otro"
EN EL CASTILLA
La enfilación
Hacía muy pocos días que se había hecho cargo del Castilla, barco grande de una sola hélice y, por tanto, de nada fácil maniobra. A bordo de él se dirigía, desde la Base Naval de Rota, a La Carraca, en cuyo arsenal se disponía a atracar.
La maniobra suponía atravesar el puente sobre la bahía, lo que iba a hacer que por vez primera con su nuevo barco, en una ocasión en la que las condiciones del viento y la mar no eran precisamente la que él hubiera escogido de haber tenido esa opción. Por lo tanto, el nuevo Comandante, indudablemente preocupado, trataba, acodado el el alerón de estribor, de olvidarse de todo lo que fuera la inminente y complicada maniobra.
De aquellos pensamientos le distrajo momentáneamente el cabo guardabanderas, que, de acuerdo a la situación, estaba en el timón.
- Con su permiso, mi comandante - le llamó la atención el timonel - , Como siempre, ¿verdad? Los cojones encima del tejado, ¿no?
- ¿Cómo? ¿Qué es lo que dice? - tartamudeó, incrédulo, el comandante, sin comprender nada de lo que oía.
- Que si hacemos la maniobra como siempre: los cojones encima del tejado - insistió el timonel.
- ¡Segundo! - vociferó el comandante -. Pero ¿Qué dice este hombre? ¿Qué manera de hablar es esta?
- Perdone, mi comandante - terció sonriente el oficial de guardia, testigo próximo de la conversación -, es que al otro lado del puente han puesto un anuncio de coñac que es la silueta de un toro - explicó -, y da la causalidad de que si se coloca esa parte de la anatomía del bicho encima del tejado de aquella casita - señaló -, se consigue la enfilación perfecta para promediar el paso entre los pilares del puente. Es lo que hacemos siempre - aclaró - para pasar sin problemas.
NAVEGANDO EN EL JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO
Las precauciones del Práctico
Navegaba el Juan Sebastián de Elcano en demanda de atraque en un puerto centroamericano. El práctico local, ubicado en el puente en su labor de asesorar al comandante para la entrada en la dársena, dirigía a su alrededor miradas en las que claramente se mezclaban asombro y preocupación. El asombro lo producía el impresionante aspecto del velero, de más de 3.000 tonelada; los cuatro majestuosos palos, de más de 40 metros, y la complejidad de la jarcia que los guarnecía. La preocupación tenía su origen en la maniobra en si, mucho barco, y además desconocido, poca potencia de motor y una sola hélice. Para colmo, las propias circunstancias geográficas del puerto, que tampoco eran precisamente como para tirar cohetes.
Iniciando la maniobra para la entrada del barco, el comandante solicitó la opinión del práctico:
- Dígame, práctico: ¿Qué velocidad me recomienda para pasar entre puntas?
- Déle avante poquito, comandante, avante poquito.
- Verá usted - le aclaró el oficial de derrota -: solo podemos maniobrar con avante todo, medio y poco. No tenemos posibilidad de "poquito".
- Bien - suspiró el práctico -, entonces déle avante poco, pero muy despacito, ¿eh?, muy despacito.
Permiso para pernoctar
El buque escuela español Juan Sebastián de Elcano llevaba, después de muchos días de mar, unas cuantas jornadas de descanso el el puerto de Gotemburgo, donde los caballeros guardiamarinas lo estaban pasando engrande
No obstante, la obligación de regreso a bordo por la noche, a la hora reglamentaria establecida, condicionaba muy negativamente las actividades de los caballeros con sus nuevas y atractivas amigas suecas, para las cuales, dicho sea de paso, la idea de la obligación del regreso a bordo a la hora determinad resultaba de todo punto absurda e improcedente.Hasta tal punto llegó la presión e insistencia locales, que el primero de la promoción fue comisionado por sus compañeros para solicitar del comandante del buque permiso para pernoctar en tierra los días, mejor dicho las noches, que quedaban de estancia en el puerto.
- ¿Da usted su permiso, mi comandante?
- Pase, caballero, ¿Qué desea?
- Pues verá, mi comandante, vengo a pedirle, en nombre de toda la promoción, permiso para pernoctar en tierra lo que nos queda de estar en puerto.
- Mire, caballero: el reglamento es el reglamento y ustedes lo saben perfectamente, así que dígale a sus compañeros que el que quiera pernoctar, que pernocte de día, pero todas las noches, a las once a bordo.
Autor: Luis Carrero - Blanco Pichot (1930 2019 +)
Vicealmirante de la Armada Española
Autorizada la publicación en este Blog por su viuda Excma. Sra. Dña. Mercedes Martín - Artajo Saracho
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