03 febrero, 2021

MAR ARBOLADA

 Apreciado lector,

 En esta nueva entrada del blog de Marinas de Aragón me gustaría traer a colación la forma de interpretar la fuerza de la mar desde dos puntos de vista, que podrían complementarse entre sí.

        El primero de ellos es a través de una película, conocida en España como “La tormenta perfecta”, dirigida por Wolfgang Petersen y estrenada en EE. UU. en el 2000. La historia que se recrea en la película está  basada en hechos reales que acaecieron en la víspera del día de Todos los Santos del año 1991 cuando el Andrea Gail (pequeño barco pesquero del puerto de Gloucester, -Massachusetts-) sale a alta mar para conseguir las capturas necesarias de pez espada para recuperarse de la mala racha que estaban teniendo. A pesar de las malas condiciones meteorológicas que se anunciaban, el capital Billy Tyne (interpretado por George Cloney) convence a su tripulación de adentrarse más en el Atlántico, siendo sorprendidos por la tormenta más fuerte de las registradas en la historia moderna: se produjo la confluencia de una enorme y profunda borrasca extratropical que salió al océano Atlántico desde los EE. UU. y de un ciclón tropical. La borrasca fue capaz de absorber el ciclón tropical y en su seno se formó un ente meteorológico con características tropicales que culminó dando vida a un auténtico huracán con vientos sostenidos que superaron los 120 km/h. Este magnífico fenómeno provocó el hundimiento del pesquero Andrea Gail. Además de la gran interpretación de George Cloney, la película contó con unos extraordinarios efectos especiales digitales, puesto que las enormes olas y los planos acuáticos quedan muy creíbles, y como dijeron los críticos, la pantalla se vio inundada por un vendaval de buen cine, de dolor y de emoción. Soberbia fotografía (John Seale) y banda sonora (Richard Francis-Bruce). En resumen, una fantástica película en la que casi se puede oler y palpar la atmósfera marina de Gloucester.

Para el segundo, permítanme que les hable de una de las imágenes más conocidas del mundo que se encuentra ubicada en el Museo Metropolitano de Nueva York, en Estados Unidos. Se trata de un grabado japonés, de unos 25 por 35 centímetros, del siglo XIX, creado por el artista Katsushida Hokusai. Este autor reprodujo a color sobre planchas de madera (ukiyo-e) una serie de 36 vistas del monte Fuji. Estas reproducciones llegaron a Europa a finales del siglo XIX, (exposición de artes gráficas japonesas en la escuela de Bellas Artes de París), iniciándose de esta forma su popularización. La gran ola de Kanagawa (o la gran ola de Hokusai) resulta la más poderosa de todas, quizás debido a la perspectiva utilizada por el autor, en la que una gran ola aparenta más altura que el nevado monte Fuji (3776 metros de altura), a su vez símbolo de lo eterno para los japoneses, simulando una confrontación entre la fuerza de los elementos y lo sagrado. Para sorpresa de muchos, esta imagen encaja en la famosa proporción áurea y la sucesión de Fibonacci.

Si se detienen un momento en la composición, apreciarán que el monte Fuji, al fondo, es testigo de como una gran ola está a punto de romper -la cresta de la ola simula terribles garras- sobre unos pequeños barcos, cuyos intrépidos tripulantes luchan por sobrevivir. Una segunda ola, en la parte inferior del grabado, genera armonía con el monte Fuji.


Como decía en un principio, existen diferentes formas de interpretar la fuerza de la naturaleza. En estos días, la humanidad está siendo barrida por una gran ola de Hokusai en forma de pandemia. Nos encontramos, como el Andrea Gail o esas pequeñas embarcaciones del grabado de Hokusai, intentando sortear la fuerza de esta plaga.

 Os recomiendo visionar la película o si visitáis Nueva York pasaros por el Metropolitano.

 Buen viento.

Autor: José Vicente Martínez Quiñones


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