Apreciado lector,
En esta nueva entrada del blog de Marinas de Aragón
me gustaría traer a colación la forma de interpretar la fuerza de la mar desde
dos puntos de vista, que podrían complementarse entre sí.
El primero de ellos es a través de una película,
conocida en España como “La tormenta perfecta”, dirigida por Wolfgang
Petersen y estrenada en EE. UU. en el 2000. La historia que se recrea en la
película está basada en hechos reales que acaecieron en la víspera del día de
Todos los Santos del año 1991 cuando el Andrea Gail (pequeño barco
pesquero del puerto de Gloucester, -Massachusetts-) sale a alta mar para conseguir las capturas necesarias de pez espada para recuperarse de la mala
racha que estaban teniendo. A pesar de las malas condiciones meteorológicas que
se anunciaban, el capital Billy Tyne (interpretado por George Cloney)
convence a su tripulación de adentrarse más en el Atlántico, siendo
sorprendidos por la tormenta más fuerte de las registradas en la historia
moderna: se produjo la confluencia de una enorme y profunda borrasca
extratropical que salió al océano Atlántico desde los EE. UU. y de un ciclón
tropical. La borrasca fue capaz de absorber el ciclón tropical y en su seno se
formó un ente meteorológico con características tropicales que culminó dando
vida a un auténtico huracán con vientos sostenidos que superaron los 120 km/h.
Este magnífico fenómeno provocó el hundimiento del pesquero Andrea Gail.
Además de la gran interpretación de George Cloney, la película contó con
unos extraordinarios efectos especiales digitales, puesto que las enormes olas
y los planos acuáticos quedan muy creíbles, y como dijeron los críticos, la
pantalla se vio inundada por un vendaval de buen cine, de dolor y de emoción.
Soberbia fotografía (John Seale) y banda sonora (Richard
Francis-Bruce). En resumen, una fantástica película en la que casi se puede
oler y palpar la atmósfera marina de Gloucester. Para el segundo, permítanme que les hable de una
de las imágenes más conocidas del mundo que se encuentra ubicada en el Museo
Metropolitano de Nueva York, en Estados Unidos. Se trata de un grabado japonés,
de unos 25 por 35 centímetros, del siglo XIX, creado por el artista Katsushida Hokusai. Este autor reprodujo
a color sobre planchas de madera (ukiyo-e) una serie de 36 vistas del monte
Fuji. Estas reproducciones llegaron a Europa a finales del siglo XIX,
(exposición de artes gráficas japonesas en la escuela de Bellas Artes de
París), iniciándose de esta forma su popularización. La gran ola de Kanagawa (o
la gran ola de Hokusai) resulta la
más poderosa de todas, quizás debido a la perspectiva utilizada por el autor,
en la que una gran ola aparenta más altura que el nevado monte Fuji (3776
metros de altura), a su vez símbolo de lo eterno para los japoneses, simulando
una confrontación entre la fuerza de los elementos y lo sagrado. Para sorpresa
de muchos, esta imagen encaja en la famosa proporción áurea y la sucesión de
Fibonacci.
Si se detienen un momento en la composición,
apreciarán que el monte Fuji, al fondo, es testigo de como una gran ola está a
punto de romper -la cresta de la ola simula terribles garras- sobre unos
pequeños barcos, cuyos intrépidos tripulantes luchan por sobrevivir. Una
segunda ola, en la parte inferior del grabado, genera armonía con el monte
Fuji.
Como decía en un principio, existen diferentes
formas de interpretar la fuerza de la naturaleza. En estos días, la humanidad
está siendo barrida por una gran ola de Hokusai en forma de pandemia. Nos
encontramos, como el Andrea Gail o
esas pequeñas embarcaciones del grabado de Hokusai, intentando sortear la
fuerza de esta plaga.
Os recomiendo visionar la película o si visitáis
Nueva York pasaros por el Metropolitano.
Buen viento.
Autor: José Vicente Martínez Quiñones
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